miércoles, 21 de julio de 2010

Stiglitz, aunque ahora hace politica, dice cosas interesantes

Aqui un articulo sobre Stiglizt, el principio es interesante, despues ya se enreda...


Si Obama siguiera a Stiglitz, ¿terminaría como Kennedy?
15-07-2010 /
Norberto
Para ejecutar lo que recomienda el economista norteamericano Joseph Stiglitz, Barack Obama debería recortar el gasto militar (retirar a los Estados Unidos de Irak y Afganistán, como mínimo, tal como prometió en la campaña electoral, y no atacar a Irán); eliminar los subsidios a la industria petrolera y estimular con créditos a tasa cero la inversión industrial y el consumo de bienes durables, ya que el costo del dinero es muy bajo. Eso provocaría un avance de la producción y permitiría recuperar la mayor parte de los empleos caídos. Entre otras medidas, con una pequeña porción de los 700.000 millones de dólares con que Washington socorrió a Wall Street, la Casa Blanca podría rescatar las dos millones de hipotecas que serán ejecutadas entre este año y el próximo, dice el premio Nobel. Además, esa medida le daría un impulso reactivador a la construcción.

Podría pensarse que Stiglitz no inventa nada porque lo suyo es keynesianismo puro, aunque esto es sólo aparente; el mundo que conoció lord Keynes ya no existe más. Hoy el capitalismo está en manos de la banca y de las industrias militar y petrolera, en ese orden. Aunque no lo afirma explícitamente, de hecho Stiglitz propone cambiar el centro de gravedad de la economía norteamericana y mundial, que hoy ocupa la banca. Su paradigma es la industria como nuevo sector hegemónico del capitalismo, basado en la tecnología, con bancos al servicio de la producción, sin subsidios a las petroleras y con una maquinaria bélica limitada a los mínimos necesarios para la defensa. En parte, estos ahorros serían equilibrados por un aumento de la inversión pública en infraestructura, investigación y desarrollo, salud pública y educación, lo que reduciría paulatinamente el déficit sin enfriar la economía. Stiglitz llama a esto “redireccionar el gasto”.

Si Obama llevara a la práctica estas ideas, o la mitad de ellas, posiblemente terminaría como JFK, quien fue sacrificado por oponerse a la escalada militar en Vietnam, negándoles así a los contratistas del Pentágono una gran posibilidad. Por eso lo primero que hizo el sucesor, Lyndon B. Johnson, fue autorizarla. Entonces la industria bélica ganó toneladas de dólares y los Estados Unidos perdieron la primera guerra de su historia.

El problema número uno del capitalismo actual –y la primera explicación de la crisis global– es la hegemonía de las finanzas sobre la producción en una proporción de 20 dólares de especulación por cada dólar de PBI. Ese predominio abrumador es el producto de una combinación de causas y efectos, acaso previsibles, que se han ido amasando en el último medio siglo.

Primero Nixon abandonó el patrón oro, que por su propia naturaleza restringía las maniobras especulativas. Esto significa que hasta entonces el patrón de la economía era el oro, que siempre es caro y escaso, y no el dólar, que se puede fabricar a voluntad. El déficit de las cuentas públicas norteamericanas se volvió intratable desde el momento en que empezó a ser cubierto con emisión de billetes y bonos, es decir con papeles sin respaldo. Los numerosos conflictos de la posguerra (Corea, Vietnam, los Balcanes, Irak dos veces, Afganistán) y el desarrollo del arsenal nuclear hicieron que la mayor parte del déficit fuera una consecuencia directa o indirecta del gasto generado por el aparato militar-industrial.

Para imaginar el volumen del déficit estadounidense basta con sumar las emisiones que durante medio siglo se utilizaron para cubrirlo. Con buena parte de esa liquidez se puso en movimiento una fenomenal bicicleta financiera, porque, junto con otras fuentes de recursos (petrodólares, monedas varias, dinero sucio), fueron utilizados para especular por los bancos y los fondos buitre. En todos los casos se mezclaron el dinero relativamente limpio con el proveniente del tráfico de drogas, de la venta ilegal de armas y de la evasión impositiva mundial (incluida aquí la fuga de capitales), que suman unos 5,5 billones de dólares/año (casi 14 veces el PBI de la Argentina).

Este es el dinero sucio que los bancos primero lavan y después manejan en las mesas de dinero. Al desarrollo de esta hipertrofia especulativa contribuyeron en gran medida Ronald Reagan y Bill Clinton, quienes en el último cuarto del siglo pasado eliminaron las restricciones que mantenían en caja a Wall Street desde la Gran Depresión. En Europa los imitaron Margareth Thatcher, Helmut Kohl y Felipe González, entre otros, y los sucesores siguen haciéndolo. Con la complicidad manifiesta del poder político, el neoliberalismo fue la plataforma que permitió la articulación de la economía en beneficio de los especuladores y en detrimento de la producción. Si la globalización fue el Canto a la Alegría del capitalismo de renta, la crisis global puede ser su Marcha Fúnebre, aunque esto último está por verse, porque por el momento no se ven alternativas que puedan reunir el suficiente poder político. La socialdemocracia fue arrastrada al mismo juego por su incapacidad de proponer otra forma de capitalismo, como se ve claramente en España. De cómo se resuelva esta lucha dependen las condiciones de vida de una gran parte de la población mundial, no sólo de la vasta periferia sino también de algunos países europeos. El FMI monitorea el mundo como un gran satélite financiero e impone sus programas contractivos, ahora en detrimento de Grecia, España, Portugal, Irlanda y los bálticos, que financiaron sus déficits con deuda externa porque no cuentan con la máquina de fabricar billetes, como los Estados Unidos, ni con la fortaleza económica de Alemania y Francia. Previamente varios de aquellos países habían sido atacados por fondos especulativos que aprovecharon sus debilidades internas (déficit público) y externas (deuda). Un euro más caro que el dólar no les hizo ningún favor a las economías secundarias de Europa, que ya añoran sus monedas nacionales, sacrificadas en el altar de una integración asimétrica. Inglaterra, que mantuvo la libra, es el único país que eventualmente podría devaluar. Nadie sabe mejor que Londres cómo se manejan estas cosas. En la crisis del euro el único objetivo del FMI es que los deudores paguen, porque el capital prestado no es sólo ni principalmente europeo. Por eso recomienda una vez más el ajuste del gasto público, la reducción de los salarios y el recorte de las leyes laborales y sociales. Según esa receta, para poder pagar hay que ahorrar como sea. La depresión de las economías menores de Europa no es su problema, como no lo fueron las crisis social, económica y política de la Argentina, Rusia y Turquía, sacudidas hasta los cimientos cuando llegó el fin del ciclo liberal. Toda crisis es también una oportunidad, sobre todo para la concentración del capital, como saben en Wall Street sin necesidad de leer a Marx. Quien maneja las deudas de los países maneja el mundo. En el futuro muchos gobiernos necesitarán nuevos préstamos; los acreedores seguirán siendo los mismos. Comparado con la conducta de “los mercados”, Shylock, el usurero, parece apenas un viejo cascarrabias.

http://www.elargentino.com/nota-98790-Si-Obama-siguiera-a-Stiglitz-terminaria-como-Kennedy.html

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